Este filme ha causado un revuelo inesperado por muchos en los Estados Unidos. No había demasiada gente confiando en una película de tinte histórico/comiquero protagonizada por actores para nada taquilleros (¿Quién había pagado antes una entrada para ir a ver una película de Gerard Butler?... No, Tomb Raider no cuenta, amigo. Vos fuiste a ver a la Jolie.) y de golpe, a su estreno se volvió en un monstruo imbatible que en su primer fin de semana de estreno recaudó sólo en Norteamérica la friolera de $70,885,301. Permaneció en la cabeza de las recaudaciones dos semanas hasta ser desbancada por... otra película comiquera (Las tortugas ninjas). Pero ojo, quedó en un glorioso segundo puesto.
Y la verdad, es una fiesta para los ojos. El espectador se ve abrumado por la belleza de esas imágenes digitales, esos colores forzados, esos ambientes perfectamente instalados. Y obviamente si uno es comiquero de ley (y más aún si leíste la novela anteriormente) te regocija el hecho de ver en pantalla grande una perfecta adaptación de lo que Frank Miller plasmó en sus páginas. El director Zack Snyder no llega al punto obsesivo de Robert Rodriguez en Sin City de querer calcar cuadro a cuadro el comic haciendo que la película pierda fluidez y ritmo (o por momentos no los tenga) sino que absorbe la narración de Miller y la procesa exponiéndola como un gran cuento cinematográfico. La sangre de las batallas parece pintada por Lynn Varley, pero aquí hay unos zooms violentos que te detienen el corazón. Los animales (lobos, rinocerontes, elefantes) no se ven para nada reales, no... parecen dibujados por el mismo Miller, y eso queda perfecto. Y la lluvia de flechas persas que ensombrece el día nunca se vió tan alucinante anteriormente (perdón Jet Li, pero las flechas de Hero quedaron en segundo plano). Si Snyder ya se había comprado el cariño de la platea al hacer una maravilla como El amanecer de los muertos, ahora se está ganando un lugar en el Olimpo (y nunca mejor dicho esto).
Pero amigos, dejenmé que les ponga una mancha en la inmaculada sensación de regocijo que nos queda luego de los 117 minutos que dura esta película. ¿Lo esencial es invisible a los ojos?... Supongamos que viene alguien completamente ajeno a todo esto, alguien que no tiene información alguna de lo que trata este filme y te pide que le hagas un resumen de lo que se cuenta... ¿Qué le dirías? Bueno... El gobernante de uno de los países occidentales con mayor poderío guerrero de todo el planeta se siente provocado por otro gobernante, del lado oriental del mundo. Entonces decide ir a la guerra. Hete aquí que el senado de su gobierno no quiere saber nada con eso, pero este gobernante no va a tolerar que esos tipos ilustrados y representantes de la República le digan como él debe liderar a su gente y velar por el bien, la libertad y los buenos valores de su pueblo. Así decide ir con todo la guerra sacrificando la vida de su valeroso ejército, sin importarle un comino sus familias, aprovechando el hecho que estos hombres se entregan ciegamente a sus órdenes y las cumplirán hasta morir. Porque aunque ellos reconocen que van directo a la muerte, confían en que tienen la razón, en que la violencia preventiva es justa y en que la única forma de combatir a los infieles - esos que piensan distinto - es matarlos... Parece que este era el momento justo para filmar una película así, ¿no? Cualquier semejanza con un tal Bush supongo que es pura casualidad. O culpa de Frank Miller (no olvidemos que está o estaba preparando un comic de Batman contra Al-Qaeda...). Si quisiera usarse esta peli para bajar una línea ideológica desde la Casa Blanca, bien podría hacerse… ¿no?
Bah, no importa, volvamos a la cándida alegría comiquera. 300 es una experiencia cinematográfica que no podés dejar pasar. No esperes a verla en DVD, menos a bajarte una versión pirata de la web. Andá al cine, gozá en pantalla grande, y cuanto más grande mejor.
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