Qué divertido era el pasado cuando nos dimos cuenta que no había futuro.
Allá por principio de los ochentas el mundo estaba cambiando. Se derrumbaban los ideales, la imaginación se estaba estancando, las desilusiones y frustraciones personales llevaban a un aumento de la violencia como rebeldía, de la dependencia en drogas pesadas. No había futuro. La nostalgia y la melancolía fueron a parar a la basura. En ese contexto desde Italia - mucho antes que Terminator, que Lobo, que El Cazador, o que cualquier otro personaje de esta calaña que te imagines – llegó Ranxerox.
Como un adolescente de los ochentas, debo comentar que Ranxerox fue uno de los primeros personajes que me afectó la cabeza. En esos tiempos sus aventuras fueron publicadas por Ediciones La Urraca (en una colección llamada Los Libros de Caín), y encontrarse con una historia de una chica de doce años - ninfómana y adicta a todas las drogas que te puedas imaginar - y un bestial cyborg superdotado genitalmente que no tenía control alguno (ni moral, ni civil, ni sexual...) dentro de un mundo al que el progreso ha transformado en una cloaca humana, llenas de mafia, corrupción política, violencia, suciedad, drogas, etc., obviamente te causa algo en tu mente juvenil. Ante estas páginas surgía un extraño corto circuito debido al efecto contradictorio que me causaba leer este material. Aquí los ideales habían muerto y lo único que quedaba era sobrevivir. Surgía algo de repulsión ante todo ese ambiente postapocalíptico e hiperviolento de ese futuro amoral sin escape, pero también un deseo irrefrenable de no dejar de seguir leyendo esas páginas llenas de un negro y satírico sentido del humor por más que me molestaran o inquietaran más de lo esperado, como si me estuvieran empujando algún límite interno.
Al fin y al cabo, la historia de Lubna (así se llama la chica) y su machote androide no es otra cosa que una reformulación de la Bella y la Bestia, pero al revés. Porque la Bestia es ella, un ser perverso, sin piedad ni contemplación, que utiliza a su enamorado – El Bello Ranxerox – para llevar a cabo sus caprichos sexuales o para que le consiga drogas. Y él todo lo hace movido por “el amor”... Amor que puede llegar a sentir un antisuperhéroe creado de los desechos del progreso, con las piezas desechables de una fotocopiadora de última generación. Por eso para mí la saga de Ranxerox termina siendo una brutal, trágica y romántica historia de amor.
El arte hiperrealista de Liberatore dota a esta obra de un vibrante colorido, haciendo que terroríficas imágenes terminen siendo morbosamente atractivas. Stefano Tamburini creó este personaje en 1977, y murió de sobredosis en 1986 con el último capítulo de la historieta a medio terminar. Esta obra sería finalmente completada por Alain Chabat, ya a finales de los noventa.
Cuando vi los otros días en la comiquería que Ediciones La Cúpula recopiló los cuatro capítulos juntos en un bonito libro de tapa dura, no dudé en llevármelo para reencontrarme con Ranxerox – o Ranx, como se lo llama en este libro. Y como les decía, vaya sorpresa la mía cuando al releer esta historia de “no futuro” comencé a sentir una especie de nostalgia por esos tiempos ochentosos, de cuando uno se daba cuenta que el Apocalipsis Nuclear estaba a la vuelta de la esquina. Otra vez aparece un efecto contradictorio, pero esta vez lo recibo con una franca sonrisa…
3 comentarios:
Una nota interesante.
Ya se iba haciendo necesario que alguien que sabe del tema hable del mundo de las historiera, de las ediciones, de los clásicos y de sus experiencias. Creo que junto con el de Acorsi, son los únicos blogs interesante del mundillo comiquero hoy en día. Ambos por los conocimientos que demuestran y sus críticas, y no por el simple hecho de ocupar un espacio.
Saludos
J.
Uy, gracias por el concepto.
Supiste transmitir bien el sentimiento, sin conocerlo me dieron ganas de :)
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