Semblanza de (una página de) “El Asco”
por el_bru
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Hay una página que leí el año pasado que me dio mucho placer: la página final de “El Asco” de Agrimbau y Ginevra. A primera vista no es imponente en cuanto a su diseño: es una página simple de nueve cuadros, todos iguales. Pero tiene una virtud muy grande: arrastra sentidos. Digamos que Agrimbau y Ginevra, haciendo uso de un conjunto de viñetas non sequitur (según Eisner, son viñetas que no forman una secuencia) convocan imágenes que nos llevan a momentos previos de la historia, que nos producen una constelación de sensaciones y que, me parece, dejan un gustito a final “no tan feliz”.
“Arrastra (pienso en una palabra mejor: atrae) sentidos”: quiero decir que tiene un poder magnético sobre la narración; cada imagen tiene un valor catafórico (hace reaparecer lo que estuvo antes) tal que nos desplaza a (nos hace revivir) tal momento previo y nos obliga resignificar lo anterior (y lo presente) de la narración.
Y es interesante, al rescatar el valor catafórico de estas imágenes, ver el diálogo que se establece entre éstas y la secuencia inicial del sueño de Daniel, justamente porque el sueño siempre da a los objetos el valor de otra cosa, trabaja en el lenguaje de la metáfora, que es importante en esta última página.
Lo que voy a hacer ahora es una especie de trabajo interpretativo, va a parecer una suerte de relación más o menos libre con algunas ideas supuestamente sustentadas en el texto de la historieta. No sé si existe una “verdad del texto” o una “intención primaria del autor plasmada en el texto” ni quiero encontrarla. Lo que voy a hacer es simplemente una hipótesis de interpretación que está sujeta a (o mejor: pide a gritos) una refutación, una crítica, una impugnación. Vamos por orden de aparición de las imágenes:
-Primer cuadro, el teléfono: por el papel que juega en el sueño y en el resto de “El Asco”, creo que está representando a la madre (parece muy freudiano) pero también a lo que la madre de Daniel fue durante la historieta: tanto el acoso de los deberes y las obligaciones del mundo como sus mayores aspiraciones insatisfechas.
-Segundo cuadro, el gato Rotundo: pienso que está cargado con un valor fálico, o más bien de “falo sustituto”; para Paulina, la vecina de Natalia, Rotundo (el gato) es el sustituto de Rotundo (el esposo), papel que también va a jugar Daniel en la trama. Por lo tanto me da la sensación de estar teñido de un sentido onanístico.
-Tercer cuadro, el farol del medio de la calle: por la forma en la que aparece en las primeras páginas, creo que farol y cable (todo junto) son algo así como una metáfora de la distancia que Daniel, al principio, no se atreve a franquear entre él y Natalia (y también entre él y otras cosas).
-Cuarto cuadro, los bastones: que creo que representan las disminuciones físicas de cada uno, pero puestos ambos juntos en el bastonero puede llegar a cambiar de signo y estar apuntando a la ayuda mutua. No me decido.
-Quinto cuadro, la casa con las ventanas clausuradas: que por la forma de la casa y las maderas clavadas en cruz, nos hace acordar a la antigua ceguera de Natalia (más precisamente a la colocación de las vendas sobre los ojos de Natalia cuando fue operada). Puede ser que también esté proyectando una ceguera sobre el presente, como si todavía hubiera cosas que ella no puede (o no quiere, como no quiso antes en la historieta) ver.
-Sexto cuadro, el sillón: creo que es una vagina sustituta pero también, por el valor que tiene en el sueño de Daniel, es refugio, es cobija, es amparo frente a los acosos del mundo, es otro lugar en el que quedarse. Y de vuelta, esto también creo que está teñido de un valor onanístico.
Lo que queda de la página (los tres últimos cuadros que se encadenan con el sexto cuadro) es, esta vez sí, una secuencia en la que se muestra que Rotundo mete la cabeza en el sillón y cómo reacciona Daniel (que lo ve) mientras que Natalia (que no lo ve) intenta calmar el llanto de su hijo.
Pienso que Daniel es un personaje que da muestras de haber construido y proyectado su propia imagen y su propia vida desde el patetismo: está acostumbrado a no estar feliz y cuando se siente feliz necesita sentirse mal, necesita algo que arruine esa felicidad aunque sea parcialmente. Tal vez lo que lo obligó siempre a moverse, a no quedarse quieto (esa quietud que es casi un mantra en esa última página), no es buscar la felicidad, sino encontrarla para después buscar aquello que la opaque en algún lado, que impida que sea completa. Eso es el asco. No la historieta, sino el concepto del asco dentro de la historieta. Y es de aquello que Daniel no puede despegarse. Hasta la misma relación con Natalia está signada por el asco (relean la primera noche que pasan juntos, cuando ella se emborracha): hay asco a cada momento, en cada instancia de la evolución de la relación. Y, probablemente, este final (que presenta al falo sustituto metiéndose en la vagina sustituta) es la muestra cabal de que Daniel no dejó la masturbación (como refugio, como escape) porque haber resuelto unos problemas no hizo que éstos se terminaran sino que los transformó en otros: otros deberes y otras responsabilidades.
Desde la clave de lectura que propongo, diría que “El asco” es una historieta que habla de la felicidad pero de un modo más realista que, por proponer una comparación boba, el cine Hollywood más pochoclero: en “El asco” la felicidad no es un absoluto que se consigue, es tal vez (nada más que) una sumatoria de pequeños momentos dulces que conviven mezclados con otros amargos, es un sentimiento que nunca está pleno sino que convive con (y está empañado por) sentimientos de un signo negativo. E incluso probablemente el mayor mérito de Daniel en esta historia (y la enseñanza más grande, tal vez) no sea el haberse sobrepuesto a sus problemas iniciales sino el saber reconocer el lugar de su felicidad y también saber que en la estructura de esa felicidad hay una presencia que la ayuda a mantenerse, la presencia insoslayable del asco.
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