Acaba de llegar a las comiquerías y librerías argentinas un material que enorgullece a los que vivimos en estas pampas por varios motivos. Una obra que cuando la estás leyendo te da la sensación de estar ante un futuro clásico. El Gran Lienzo fue editado en nuestro país por Historieteca Editorial, y es la segunda entrega de una saga llamada Último sur creada por Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti. ¿Es una obra ambiciosa? ¿Es pretenciosa? Quizás se podría decir que sí pero tiene por qué serlo (y con qué), y además cumple toda expectativa de aquel que lo lee.
Hasta este momento la saga Último sur consta de obras autoconclusivas que tienen en común estar inmersas en un futuro lleno de símbolos, podría decirse con una mítica en común, en donde las historias parecen suceder en una misma época en el sur del continente americano. Cada capítulo se desarrolla alrededor de una disciplina artística en particular, La Burbuja de Bertold giraba en torno al teatro, este Gran Lienzo (como su nombre parece anticipar) gira en torno de la pintura. Un personaje secundario llamado Lorenzo engancha desde una vía de tren ambas historias.
Así como en La Burbuja… se reflexionaba sobre una sociedad de títeres con el teatro como medio de agitación social, en El Gran Lienzo se toma a la pintura para reflexionar sobre el sentido de la propuesta artística considerando el balance entre el ego del artista y la aceptación total buscada de su obra. En una ciudad situada bien al sur del planeta, llamada Unánima, se han reunido los mejores representantes de las distintas tendencias pictóricas del mundo para elegir cuál será la pintura que los represente a todos y realizarla a escala gigantesca sobre la blancura antártica, para que sólo sea visible desde el cielo. Este podría decirse que es un proyecto personal del comendador Mastrángelo, y su principal opositor es un artista llamado Ego, que reivindica el valor de la individualidad frente a una uniformidad impersonal. Desde esta premisa se llega a interesantes planteos intelectuales, con conclusiones a veces esperadas, a veces sorpresivas.
La narrativa de Agrimbau es dinámica, y tiene como socio a uno de los mejores artistas de estos momentos. El arte de Ippóliti impacta, con una clara reminiscencia al arte de Enki Bilal pero completamente personal y distintivo. Vale la pena el ejercicio de tomar las dos obras de esta saga y encontrar las diferencias artísticas tomadas por Ippóliti en ambas obras (para admirarlo aún más).
Párrafo aparte, hay que destacar la impecable impresión de este material, en un papel que hace que el arte no pierda calidad, y a un precio realmente accesible (e increíble en comparación a otras cosas que han salido publicadas últimamente). Aplausos de pie para la gente de Historieteca Editorial.
También quiero destacar que esta obra será el centro de un panel el domingo 24 de octubre en la Convención Crack Bang Boom, así que será una buena oportunidad para acercarse no sólo a la obra en sí sino a sus autores (y quien te dice que no te vayas con el libro firmado al terminar la charla).
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