viernes, mayo 09, 2008

El mágico mundo del color de Meteoro

Bueno, estuve 24 horas tratando de pensar en lo que iba a escribir en este posteo, y realmente no se si podré plasmar en palabras mi sentimiento al respecto de la película de Meteoro. Lo que sí se es cómo lo voy a hacer...

A todo color.


La cosa es así en resumidas cuentas: creo que si yo tuviera ocho años y me encuentro de golpe viendo esta película, creería que estoy frente a uno de los momentos que marcarán mi vida posterior (aparte de estar limpiandome la espuma que caería de la comisura de mis labios). Porque si hay algo que hicieron los hermanos Wachowski en este film, es filmar algo para lo que nadie está preparado para ver, pero que dejará una estela segura en las nuevas generaciones (así como cuando uno era chico y de golpe te encontraste en el cine viendo sin anestesia Star Wars, o la mismísima Matrix). De más está decir que esta película probablemente no sea un éxito rotundo en las taquillas, porque está dirigida a un público muy selecto, compuesto por aquellos que adoraron los dibujos animados de los '70s, aquellos niños que se verán capturados por lo que ven en la pantalla, y todo adorador de la influencia manga en el cine occidental. Ah, y podemos incluir a aquellos a los que les gustan mucho los colores... todos juntos y de golpe.


Obviamente un niño no soy, y aunque me gustan los colores me encuentro dentro del grupo de aquellos que crecimos merendando viendo Meteoro en la vieja tele blanco y negro, así que esta película me trajo primero el shock de ver coloridamente a esos recuerdos de infancia. Y digo esto además porque la elección del casting (al igual que en Iron Man) es casi perfecta, John Goodman ES el padre de Meteoro, Christina Ricci ES Trixie (cuántos años tiene esta chica ya?), Matthew Fox para mi grata sorpresa ES perfectamente el Corredor X (y si los Wachowski fueron capaces de hacerme creer que el imbancable de Jack puede luchar kung fu ya me saco el sombrero ante ellos)... y sin dudas robándose la película aparecen Chispita y Chito, que si alguien me dijese que son versiones generadas en CGI de los dibujos no me sorprendería (pero no lo son, y ahí hay un golazo de los Wachowski poniendo a un mono real haciendo de mono y no un mono generado en una PC). Todo un festival visual. Le agregamos a esto que la banda sonora es exactamente calcada a lo que uno escuchaba (o recuerda haber escuchado) en los dibujitos, no versiones remixadas y electrónicas sino simple música de fondo para dibujitos, y uno obtiene una película que es toda una experiencia particular.


Pero por todo lo que uno puede amarla, también puede odiarla. Esa historia simplona de defensa familiar por sobre todas las cosas, esa continuidad surrealista de planos infestada de adornos barrocos (como por ejemplos cabezas insertadas que giran, pingüinos que pasan caminando o pirañas hambrientas que nadan por la pantalla para unir diferentes escenas), ese frenesí de carreras por pistas imposibles con violentos cambios de velocidad en una misma toma, esa realidad plástica que te remite indefectiblemente a Charlie y la fábrica de chocolate o Thunderbirds... son cosas de tomar o dejar. Si a los dos minutos de ver esta película no te gusta ni ahí lo que estas viendo, vas a sufrir durante 133 minutos más.


Y otra cosa, como concluímos ayer al salir del cine con mis amigos, esta película es pro-epilepsia. Tiene un bombardeo de colores e imágenes estroboscópicas tan gigantesco y rotundo como jamás había visto antes en pantalla grande. Raro es no salir descompuesto ni mareado, ni echando espuma. Es una experiencia para vivirla definitivamente en pantalla grande, amigos, pero no podría asegurar de qué lado se pondrán: si del lado de los que amarán esta peli o de los que pensarán que esto es un terrible descontrol multicolor. Lo que sí, si la ves no te va a resultar indiferente.

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