domingo, agosto 30, 2009

Para muestra, a veces alcanza con un catálogo

De vez en cuando me gusta entrar a revolver las estanterías de las librerías de los shoppings de mi ciudad. Ellas no brillan por ser ni las más completas ni las más respetables, son tan sólo una vidriera de best-sellers, un compendio de lo que lee un ama de casa para pasar el tiempo o un laburante en el colectivo mientras va al trabajo. Cosas de fácil digestión. Ojo, no estoy hablando mal de esto ni juzgando (empecé diciendo que me gusta entrar a revolver lo que hay allí), sólo describo que no son los mejores lugares para encontrar cosas realmente interesantes. Por eso, cuando vi a lo lejos en la estantería en donde suelen estar las ediciones naranja de Colihue, los libros de Fontanarrosa, Maitena y Quino, y algún que otro Astérix, sobresalir un libro rojo, impactante, extraño en su entorno, me acerqué a ver lo que era. Y mi sorpresa fue inmensa, mezclada con alegría y estupefacción. Allí estaba el Catálogo de Novedades ACME.

¿De qué estoy hablando? De uno de los comics más influyentes de los últimos tiempos. Si vamos a los premios, ha ganado el Premio Harvey por Mejor Serie Nueva en 1995, Mejor Serie Regular o Limitada en 2000, Mejor Serie Regular en 2001, Mejor Capítulo Unitario en 1997 y 2000, y todos los Premios Harvey Especiales por Excelencia en la Presentación todos los años desde 1995 hasta 1999, también lo ganó en 2000, 2001, y 2004. ¿Alcanza con eso? No. También ganó el Premio Eisner por Mejor Serie Regular en 1996 y 2000; Mejor Novela Gráfica Nueva en 2000 y Mejor Diseño en Publicación en 1995, 1996, 1997 y 2002. ¿Alcanza con eso? No. Ganó el Premio Ignatz por Serie Sobresaliente en 1997 y 1998, Comic Sobresaliente en 1998 y 2000, e Historia Sobresaliente en 2000. Y la lista sigue.


Su autor Chris Ware, nacido en Nebraska, es uno de los personajes fundamentales dentro del presente y futuro del cómic contemporáneo. Su arte refleja influencias de las historietas americanas de comienzos del Siglo XX y del diseño gráfico de los anuncios publicitarios de mediados de dicho siglo. Al ir hojeando su material vamos pasando desde paneles tradicionales de historietas, propagandas falsas y juguetes troquelados. Su estilo inimitable ha hecho que su trabajo sea objeto de culto entre fanáticos de todo el mundo, y podemos decir que su obra no es popular ni "digerible" por todo el mundo. Por eso encontrarlo por primera vez en la estantería de una librería "de paso" y no en una comiquería especializada me causó semejante sorpresa.

Lo que llegó a estas pampas es la flamante edición de lujo de The Acme Novelty Library, que recopila varias de las mejores historietas publicadas dentro de la serie regular con ese nombre, y la editorial Mondadori respetó completamente la edición original: reproduce colores a la perfección y traduce hasta el más mínimo detalle. En estas páginas encontramos al patético Rusty Brown, al extraño Rocket Sam, al triste Big Tex, al ratón Quimby, al reconocido Jimmy Corrigan, y a la colección «Building Stories» publicada en fascículos dentro del The New York Times, entre tantas otras cosas del universo alocadamente consumista de Ware, en donde todos sus habitantes no son ni buenos ni malos. La forma de narrar las historias no es la misma a la que estamos acostumbrados encontrar en el comic clásico: a veces tener que girar el libro para leer, invertir el orden de lectura de las tiras guiado por el color de fondo, etc. Y en ninguna parte de la obra existe el amor (o la falta de amor) como un absoluto; no hay seres perfectos, no hay problemas morales, pero hay vicios, rencores, complejos, frustraciones...

Es el libro más alto que tengo en estos momentos y el que tiene la letra más pequeña en su interior (porque obviamente no pude dejarlo en esa librería de paso), y aunque no sea de precio muy accesible para mí vale cada centavo invertido. Una experiencia artística que todo comiquero debería enfrentar.

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